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Humanidad, un aprendizaje cotidiano

Miércoles 13 de Mayo, 2020
Esta semana, Ximena Rodríguez, Directora del Área de Administración de la Vicaría presenta algunas preguntas para suscitar una reflexión sobre los aprendizajes que podemos experimentar en este tiempo de pandemia.

De pronto Chile se ha vuelto un país de expertos y la educación emerge como un terreno propicio para recetas. Pero ya no hay respuestas fáciles. Por eso, sin ánimo de dar cátedra, queremos abrirnos a preguntas nuevas u olvidadas, para suscitar una reflexión sobre los aprendizajes y su vínculo con las convicciones de fe católica que nos inspiran.

¿Qué estamos aprendiendo en la cotidianidad de esta cuarentena? Toda experiencia que nos saca de nuestros parámetros habituales nos ofrece la oportunidad de aprender algo. Nos lo preguntamos sobre todo en relación al aprendizaje de los niños y jóvenes, apremiados por las guías, las clases virtuales y por la imposibilidad del compartir con sus pares en una sala de clases.

¿Qué “otros” aprendizajes podemos profundizar? Hoy podemos vitalizar esos ejes transversales que conforman los valores esenciales de la convivencia humana, que ayuden a los estudiantes a ser más resilientes y generosos.  Se trata de una inmejorable posibilidad para avanzar no sólo en el desarrollo de nuestro intelecto, sino que también para crecer en los afectos, en la voluntad, en la capacidad de trascendencia, de libertad. Esas dimensiones también son educables y producen aprendizaje.

¿Cómo desarrollar estas dimensiones? El ser humano está invitado a convivir con alegría con otros, por eso ante la obligación de permanecer apiñados en casa, podemos aprovechar la ocasión para educar a nuestros hijos e hijas en algunas habilidades que por obvias, se omiten. En una sociedad acostumbrada al placer y a la anestesia, no podemos olvidar que los dolores y dificultades no se pueden ocultar pretendiendo que los niños no sufran. Son parte de nuestra biografía y lo que realmente les enseña a vivir son experiencias afectivas, sociales y espirituales que ayuden a saber enfrentar con valor el fracaso y la adversidad. ¡Es un tremendo aprendizaje! El individualismo también nos ha hecho olvidar la satisfacción del compartir y de animarnos mutuamente. No podemos salir a la calle, pero podemos salir de nosotros mismos y renovar la ruta hacia el encuentro, hacia la oración, hacia el perdón. 

 ¿Cómo aprender juntos este modo de desarrollar nuestra humanidad? Seguramente tendremos que meditar un poco más, hacernos atentos a la voz de nuestra interioridad que nos muestra que estamos hechos de bondad, de belleza y de la posibilidad cierta de encontrarnos con la verdad cuando la buscamos con todo el corazón. Esto lo pueden aprender los más jóvenes en las pequeñas cosas: gestos amables, ayudas de limpieza, atención a los mayores, computadores compartidos, conversaciones más profundas, intercambio de sentires, renuncias materiales, silencio, etc.

Estos son “otros aprendizajes” esenciales para el desarrollo integral. Tenemos la certeza de que todos los niños y jóvenes tienen la posibilidad de abrirse a esto porque llevan inscritos en su ser “ hechos a imagen y semejanza de Dios”, esta hermosa invitación. Y esto no depende de internet ni clases virtuales, sino sólo de la convicción de educadores que creemos que la persona tiene en sí misma todo el potencial de humanidad con el que Dios la creó. El acto educativo consiste precisamente en hacer emerger en cada persona ese gran valor recibido.

En estos días difíciles seamos más protagonistas, más sacrificados por los demás, más austeros en el pedir, más empáticos y corresponsables en las tareas cotidianas. Meditemos sobre lugar que ocupa Dios en nuestra vida en cuarentena. Y animémonos a explorar preguntas y respuestas para hacer de este camino de humanidad una fuente inagotable de aprendizajes. 

Ximena Rodríguez
Directora del Área de Administración
Vicaría para la Educación

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