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Aprender en casa es la consigna del momento. Siempre ha sido así, pues el vínculo familiar nunca ha dejado de ser fuente de los aprendizajes fundamentales para la vida. Pero en este esfuerzo coyuntural y complejo de llevar la dinámica escolar a la casa, la pregunta que proponemos hacernos no es tanto cómo seguir aprendiendo las materias del currículum, sino qué es lo que esta crisis nos enseña. 

El hogar y la escuela tienen la misión de formar a las nuevas generaciones de cara a las necesidades del mundo y al tipo de sociedad que vamos construyendo. En este sentido, la emergencia sanitaria que vivimos perfectamente podría no ser un paréntesis crítico en nuestro estilo de vida, sino que una oportunidad para  comprender de otra manera la historia, el desarrollo y la convivencia humana. ¿Estamos preparados para leer y asumir, desde la educación, este desafío?.

Podremos tener una discusión fecunda sobre cómo será el mundo en unos años más  y qué competencias necesitamos formar y desarrollar. Sin embargo, lo que vivimos hoy nos demanda una pausa para respirar hondo y volver a la pregunta respecto de la capacidad de nuestro sistema educativo para responder o no a las exigencias de un mundo en constante cambio.

En esta búsqueda, honremos con gratitud la labor de todos los educadores (familias, docentes, directivos y sostenedores). Combinemos con ellos nuestros talentos para ganar en educación integral, valorando aquello que esta crisis nos señala como lo más esencial de lo humano: el valor de la vida y la solidaridad como remedio a todos nuestros males.

Pbro. Andrés Moro V.
Vicario para la Educación
Arzobispado de Santiago