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Muchas veces, en nuestras comunidades, en liturgias, en eucaristías y celebraciones religiosas cantamos, “tu palabra me da vida…”. En este mes de septiembre, que es el mes de la Biblia (además del mes de la patria), tenemos un espacio para poder profundizar en el don de La Palabra, esa Palabra que no solamente tiene que “adornar” un momento litúrgico o celebrativo, sino que también nos ayuda y viene en nuestro auxilio cuando queremos discernir qué es lo que dice hoy Dios aquí. Una Palabra también leída, vivida, rezada, trabajada y sobretodo compartida.

Invito a todas y todos, en las distintas instancias de nuestras comunidades educativas, a amar profundamente la Palabra, a trabajarla con mayor dedicación y a pedir también la ayuda a quienes nos pueden ayudar a enseñar y a vivir esta Palabra, que es una Palabra de vida en la medida que la hagamos nuestra y ayudemos a los demás a vivirla también así.

Y practicarla, no solamente ser escuchada, tal como nos dice el mismo Señor: ¿quiénes son mis discípulos, quien es mi familia?: el que escucha mi Palabra y la pone en práctica.

Poner en práctica significa amar como La Palabra nos enseña, servir, como La Palabra nos ayuda, y sobretodo, construir a partir de Ella un Reino de Dios que se concretiza en pequeños gestos y en palabras sencillas pero llenas de vida.

Pbro. Andrés Moro

Vicario para la Educación

Arzobispado de Santiago