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Nueva política nacional de convivencia educativa y educación católica: oportunidades y desafíos

Martes 14 de Mayo, 2024
La Política Nacional de Convivencia Educativa 2024-2030 recién publicada por el Ministerio de Educación se presenta como un marco orientador para todos los niveles, modalidades y contextos educativos, con el propósito de promover la reflexión y el diálogo sobre las maneras de relacionarse cotidianamente entre quienes forman parte de una comunidad educativa.

La política se estructura en seis capítulos. En el primero, se presentan los antecedentes que motivaron esta cuarta actualización, destacándose la necesidad de responder a los desafíos planteados por la pandemia por Covid-19 y lineamientos internacionales como la Agenda 2030 de Naciones Unidas. En el segundo capítulo, se definen conceptos clave como convivencia educativa, cultura institucional y clima escolar. 

En el tercer capítulo, se establece el sentido ético transversal a la política, a partir de dos principios fundamentales: el cuidado colectivo y la inclusión. Estos principios se traducen en valores como confianza, corresponsabilidad, colaboración, respeto, igualdad y equidad. Además, se plantean cuatro objetivos específicos y cinco enfoques que orientan su implementación: derechos, género, formativo, participativo y territorial.

Los siguientes capítulos desarrollan las cinco dimensiones que componen la política: formativa, modos de convivir, contextos de aprendizaje, gestión de la convivencia y ética. En cada una de ellas se detallan los elementos y estrategias para su abordaje en las comunidades educativas.

Finalmente, en el quinto capítulo, se presenta una serie de recursos educativos complementarios que abordan temas específicos relacionados con la convivencia, como la vinculación con el currículum, la gestión de redes territoriales, la resolución pacífica de conflictos, entre otros.

Desde la perspectiva de la educación católica, esta política presenta tanto oportunidades como desafíos. En cuanto a las oportunidades, la definición de convivencia educativa como un proceso dinámico, cotidiano y formativo que involucra a toda la comunidad educativa, se alinea con la visión integral de la persona y de la educación promovida por la Iglesia Católica. Asimismo, el énfasis en los principios de cuidado colectivo e inclusión, junto a los valores derivados, son coherentes con la ética del cuidado, la solidaridad y la justicia social presentes en la enseñanza social de la Iglesia.

La dimensión participativa es quizás un punto intermedio, pues presenta la oportunidad de profundizar, desde la sinodalidad, la comprensión de que todo en la escuela puede ser pastoral. El desafío recae en cómo desarrollar procesos e instancias que posibiliten interiorizar la convivencia en cuanto aprendizaje que involucren a toda la comunidad y no solo a un área. Para la escuela católica, la convivencia no solo un asunto preventivo, sino que también representa un proceso educativo en sí mismo.

Este modo de convivir, centrada en el cuidado colectivo y la inclusión, ofrece una oportunidad para que los colegios católicos profundicen en la enseñanza de la virtud, el cultivo de las relaciones interpersonales y el compromiso con la comunidad, destacando la sintonía que existe con esta política respecto del rol de los padres. En esta línea, la dimensión pastoral de la koinonía, la relación con otros, junto al principio de corresponsabilidad, adquieren un valor primordial.

Por otro lado, los enfoques de derechos y de género, si bien pueden generar algunas tensiones con la cosmovisión católica, especialmente para la cotidianidad de las comunidades educativas, también abren la posibilidad de un diálogo constructivo y de una adaptación de estos enfoques a la identidad y el proyecto educativo de los colegios católicos. En este sentido, la flexibilidad y el carácter orientador de la política permiten a las instituciones educativas de inspiración católica asumir los principios y dimensiones planteados, adaptándolos a su propia identidad y contexto particular.

La consideración de estos enfoques puede requerir un proceso de reflexión y discernimiento por parte de las comunidades educativas católicas, a fin de armonizar estos planteamientos con la propia cosmovisión sobre la persona humana, a partir de la realidad de sus estudiantes y familias. En este sentido como Delegación para la Educación de la Iglesia de Santiago siempre estamos disponibles para acompañar este discernimiento.

Un aspecto a considerar es la dimensión ética que, si bien se presenta como transversal a toda la política, se podría profundizar en su articulación con la ética cristiana y la antropología teológica, de modo que las comunidades educativas católicas puedan enriquecer y fortalecer su propia propuesta de convivencia a partir de su identidad y tradición. 

En conclusión, la Política Nacional de Convivencia Educativa del Ministerio de Educación de Chile presenta importantes oportunidades para que los colegios católicos fortalezcan su propuesta de educación integral, enfocada en el desarrollo de la persona en todas sus dimensiones y en la construcción de una comunidad educativa que viva los valores del Evangelio. De igual modo, se requiere de un proceso de adaptación y de diálogo constructivo con la identidad y el proyecto educativo de cada institución, para enriquecer mutuamente las perspectivas y lograr una síntesis coherente entre la visión católica y los lineamientos de esta política pública.

Equipo de Incidencia y Estudios
Delegación para la Educación

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