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Opciones pastorales de la Iglesia de Santiago iluminan nuestro caminar en el mundo de la educación

Jueves 27 de Abril, 2023
El 25 de marzo, la Iglesia de Santiago, dio inicio al año pastoral 2023. En esta instancia se nos invitó a renovar nuestro compromiso sinodal de caminar juntos en la tarea evangelizadora. Ello nos motiva a leer las tres opciones pastorales desde el aporte que pueden hacer los educadores católicos y las instituciones educativas confesionales presentes en la arquidiócesis.

Centralidad en Jesucristo

La opción pastoral de la centralidad en Jesucristo es también expresión en el mundo de la educación, en la vida de las comunidades y centros educativos católicos, lugar de encuentro humano, donde se entretejen aprendizajes, vínculos, amistad, respeto, compañerismo, vocación  y servicio para el bien de las personas que ahí confluyen, especialmente  niños,niñas y jóvenes.

La escuela católica busca generar las condiciones para que las personas vivan la experiencia de encuentro con Jesús. A través de un planteamiento formativo fundamentado en la pedagogía de Jesús, se propicia este encuentro transformador para la vida de cada miembro de la comunidad, estudiantes, apoderados, equipos directivos, docentes y asistentes de la educación. 

De esta manera, hay una invitación a los educadores y educadoras a reconocer en el testimonio de Jesús un estilo de relación que puede ayudarles en sus prácticas diarias, haciendo camino junto a otros, en el compartir de la escuela, en el respeto  a las etapas de desarrollo de cada persona, teniendo una actitud de escucha, servicio y  vocación de maestro que perdura.

La persona de Jesús nos muestra un modelo de servicio para acompañar a otros en su crecimiento, no solo en conocimientos sino  en  la comprensión de la vida, del mundo , de su realidad familiar, de su barrio, de la solidaridad, del respeto y el bien común. Ese modelo es el centro de toda actividad educativa  e inspira a que todo aprendizaje nutra a toda persona en su integralidad.

 

Laicos, corresponsabilidad y rol de la mujer

Esta segunda opción pastoral de nuestra Iglesia de Santiago, toca también de manera directa y profunda la realidad de las instituciones educativas de la arquidiócesis. La educación misma es una experiencia que se despliega en un terreno de laicidad, puesto que supone el encuentro y la convivencia con otros, entorno al desarrollo de saberes que construyen y sostienen la sociedad de la que somos parte. Esto nos anima a valorar el rol de tantas personas con un claro compromiso con la educación en los diversos ámbitos, desde la educación parvularia hasta la educación superior. Allí donde “todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús”. Hacemos un especial reconocimiento a tantas mujeres con una destacada labor en los ámbitos del cuidado, la docencia, la investigación y liderazgo de proyectos educativos orientados a la transformación social.

De la misma manera, reconocemos el valioso aporte que hacen las instituciones educativas católicas o de inspiración cristiana. Desde una mirada sinodal, estas son también reflejo y expresión de nuestra Iglesia y, como tal, llamadas a “ser lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”.

Esta opción pastoral nos recuerda que “el encuentro de los discípulos con Jesús en la intimidad es indispensable para alimentar la vida comunitaria y la actividad misionera”. En este sentido, creemos que Dios acontece en la vida de cada comunidad y en cada encuentro educativo. Una gracia que habita en la relación entre la identidad creyente y las oportunidades de diálogo que se tejen, haciendo de nuestras legítimas diferencias un espacio para vivir la comunión y abrir oportunidades de desarrollo ecuánimes para mujeres y hombre. Por eso, la educación es una expresión y consecuencia del amor de Dios, de saberse amados por Él y comunicar este amor en la excelencia de nuestro servicio educativo.

Opción por los jóvenes

Cuando en la carta pastoral se nos invita a tener una opción por los jóvenes, se nos plantea a la vez un desafío de abrir la mirada y el corazón para acercarnos fraternalmente a ellos, su visión, sus intereses, su mundo, o más bien, sus mundos. Los millones de jóvenes que están en alguna etapa educativa - sea en enseñanza secundaria o educación superior - reflejan una variedad de configuraciones sobre cómo viven y proyectan su vida, dentro de las cuales podemos visualizar, talentos y necesidades, sueños y temores, logros y frustraciones que nos hablan de que, si bien existe una generalidad sobre juventud, debemos ser capaces de reconocer siempre a cada uno y una en su dignidad personal.

Es precisamente  ahí, en el reconocimiento, donde radica buena parte del desafío de abrirse a los jóvenes, especialmente en educación. Se trata por una parte, de abandonar la noción de fórmulas infalibles para el acercamiento, y más aún en la convocatoria, pues cada invitación, cada encuentro, nos llama a reconocernos fraternalmente iguales en dignidad. Lo anterior, plantea reconocer además, que los caminos de formación y búsqueda que viven las juventudes no difieren, sustancialmente, de aquellos procesos experimentados por cualquier persona a lo largo de su vida. Por último, es reconocer que los caminos que inician, por diferentes o nuevos que sean, son igual de válidos en tanto conformación identitaria, que aquellos recorridos por generaciones previas.

Nos sentimos invitados a desarrollar una capacidad de dialogar honestamente con los jóvenes, y entre ellos. Transitando de una visión formativa que mayoritariamente traspasa contenidos a una visión de procesos formativos conjuntos que prioricen el encuentro, compartir conocimientos, experiencias y saberes. Es en este caminar donde, desde el testimonio coherente y respetando toda libertad de decisión, puede surgir la invitación a una vocación cristiana cristiana y de comunidad que dé sentido a su búsqueda o construcción de sí mismos. 

Quizás el mayor desafío, y a la vez un regalo, sea la gratuidad con la cual podamos vivir estos caminos, sin imponer visiones o saberes, comprendiendo que somos coprotagonistas en descubrir la invitación que Dios realiza a cada persona y comunidad.

 

"Renovemos la pasión por educar"
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