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Algunos principios para la Escuela Católica: implicancias para el quehacer de cada colegio y para el Chile contemporáneo

Miércoles 21 de Abril, 2021
En este artículo profundizamos sobre los principios de la educación católica, que puestos en práctica, tienen mucho que aportar a la actual crisis sanitaria, ecológica, social y económica

La Escuela Católica encarna un Proyecto Educativo específico y original sustentado en cuatro principios rectores que proponemos para este tiempo. Estos principios tienen un arraigo en la Revelación de Dios Padre en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia. El documento de la Vicaría para la Educación “Un Modelo para la Escuela Católica-principios, enfoques y herramientas” (MEC) recoge y sintetiza este rico bagaje haciéndolo dialogar con los desafíos contemporáneos que viven las escuelas católicas.  Se trata de principios que sirven como pistas orientadoras para la escuela católica en estos tiempos de incertidumbre y complejidad. 

El documento MEC recuerda la procedencia bíblica de la educación católica (p. 17): Dios educa a su Pueblo con amor. La Biblia es rica en dinámicas pedagógicas que se viven a partir de una relación entre Dios y toda la Creación, de la cual los humanos somos parte privilegiada y corresponsable.  Dios sigue educándonos hoy y acompañándonos en la tarea educativa. Esto no es un rasgo que se haya quedado atrás, detenido en los tiempos bíblicos, sino que se prolonga en el momento contemporáneo y seguirá a lo largo del tiempo.

Esta particularísima alianza educativa entre Dios y los seres humanos, que se realiza, entre otras tantas maneras, a través de las instituciones educativas católicas, se puede expresar y reconducir hoy en los siguientes principios: principio de identidad evangelizadora, principio de excelencia educativa, principio de corresponsabilidad, principio de profesionalismo y vocación (cfr. Pp.18-20). 

¿En qué se ve lo anterior? Se ve en la capacidad de generar una cultura escolar inspirada en estos principios. Se trata de dejarse iluminar por estos principios para generar un modo de vivir el lugar de la escuela que sea signo de amor por hacer bien las cosas (excelencia), de búsqueda del apoyo mutuo y cooperación (corresponsabilidad), de reconocimiento del llamado y de la responsabilidad implícitas en el acto educativo de hacer una clase (profesionalismo y vocación);todo lo anterior para comunicar la Buena Noticia de que el modo de vivir de Jesús nos acompaña e inspira para hacer florecer la humanidad de cada uno y cada una (identidad evangelizadora). En el tiempo complejo que estamos viviendo, los colegios católicos se han conectado con la invitación de Jesús de buscar primero el Reino, privilegiando los vínculos, el cuidado y la salud de la comunidad propiciando contención emocional, apoyo resiliente y anhelo de una espiritualidad más profunda y bella. Este camino se cruza también con el principio de excelencia educativa justamente cuando se ha tenido más conciencia de la dificultad para cumplir con el rigor del currículum escolar, privilegiando una formación humana más allá de las fronteras de las asignaturas y a aprovechando al máximo cada ventanita de tiempo y tecnología para conectarse con los estudiantes. Esto no sería posible si los educadores de la escuela no estuvieran motivados por el principio de corresponsabilidad, de colaboración permanente y de compartir la carga en el camino. Y, finalmente, mucho valor ha tenido esta crisis para apreciar el nivel de compromiso, profesionalismo, pasión y vocación de tantos educadores y educadoras, muchas veces al límite de sus capacidades y recursos, para sacar adelante los procesos educativos.

Estos principios de la educación católica, puestos en práctica, tienen mucho que aportar a la actual crisis sanitaria, ecológica, social y económica. El don y la capacidad de generar una cultura escolar vivida y compartida sobre la base de estos principios es un mensaje luminoso para la discusión abierta en Chile respecto a cómo convivir en este tiempo, en base a cuáles principios, con qué opciones fundamentales. Esto responde a la necesidad de resituarse con una identidad clara en momentos históricos tan dinámicos como el que estamos viviendo ya que pronto habrá un proceso constitucional, escenario propicio para dialogar y lograr acuerdos desde convicciones claras, sin que se confundan principios con intereses.

 

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