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La conectividad como derecho

Miércoles 07 de Octubre, 2020
Esta semana nuestra reflexión se sitúa en el tema de la conectividad ya no considerada sólo como un mero recurso, sino como una variable fundamental para asegurar el acceso al derecho de la educación.

Entre nuevas fases preventivas y el riesgo de posibles rebrotes, seguimos atentamente el desarrollo de la pandemia, en cuyo escenario la posibilidad de una vuelta presencial a clases generalizada sigue generando muchas dudas. Hay un gran acuerdo respecto del tremendo valor que tienen para el aprendizaje, pero la cautela demanda prioridad y todo indica que el 2021 no será muy distinto.

En este contexto, la educación a distancia ha llegado para apoyar al proceso educativo, tratando de no descuidar los vínculos humanos. Ciertamente este recurso, si bien transita por el camino de las soluciones posibles, ha tenido en estos meses muchas dificultades para su desarrollo. La principal es el difícil acceso a la conectividad por parte de muchos estudiantes y profesores, ya sea por mala cobertura del servicio o por la ausencia total de redes de conexión. A esto se agrega el hecho de no contar con un computador exclusivo para las clases diarias o con dispositivos adecuados para la lecto-escritura digital. Una realidad presente en muchos hogares, principalmente de menores ingresos, lo que además de complicar la educación a distancia revela la desigualdad de condiciones necesarias para que ésta se cumpla.

Es posible identificar tres fases en la relación del sistema educativo con la conectividad desde que iniciamos la cuarentena. Primero se dio la urgencia de echar mano a los medios disponibles de modo paliativo hasta un eventual retorno a lo presencial que, se pensaba, iba a ser pronto. Segundo, se vio la necesidad de ampliar este recurso en equipos, planes y capacidad, flexibilizando el uso de la subvención escolar, con muchas horas de capacitación a todo nivel y aprendiendo sobre la marcha a reconocer el mundo digital como experiencia de aprendizaje, siempre con la esperanza de volver a la sala de clases dentro del año, al menos de modo parcial. Y tercero, hemos llegado a comprender que, independientemente del curso de la pandemia (y otras que podrán aparecer), la modalidad a distancia y mixta llegó para quedarse y será una alternativa que el sistema deberá incorporar dentro de la política educativa.

Esto último tiene particular importancia, pues la conectividad ya no es considerada sólo como un mero recurso, sino como una variable fundamental para asegurar el acceso al derecho de la educación y evitar así una nueva causa de segregación o exclusión educativa. Por eso no es algo que únicamente pueda depender de las posibilidades de cada familia, comunidad educativa o territorio. 

El programa ”Conectividad para la Educación 2030” avanza en ese sentido con criterio de urgencia, pero es necesario mirar este aspecto más a fondo y comprenderlo con un requisito básico que el Estado requiere propiciar, no necesariamente sujeto a postulación, para el buen ejercicio de la docencia y el buen desempeño de los estudiantes. Se trata de una base mínima que se suma a otras estrategias para mantener la continuidad educativa como, por ejemplo: la vuelta a clases presenciales del modo como sea posible y seguro, el uso de medios masivos (televisión y radio), de medios impresos y visitas a domicilio. En este sentido, si se asegura la conectividad educativa universal, todas estas estrategias pasarán de la urgencia a una complementariedad coherente y novedosa para todo el sistema.

Marcelo Neira D.
Director del Área de Incidencia y Estudios

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