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El Valor preventivo de la comunidad y los vínculos

Miércoles 02 de Septiembre, 2020
En momentos en que se debate la vuelta presencial a clases y la priorización de contenidos curriculares, reflexionamos sobre lo que es esencial: la centralidad en la persona del estudiante, teniendo presente sus emociones, sus preocupaciones, sus dolores y sus redes de apoyo.

Estamos viviendo tiempos convulsos. El debate sobre la vuelta presencial y la priorización de contenidos curriculares ha exigido el despliegue de metodologías y competencias nuevas, con más imaginación que certezas. Existe una legítima preocupación por el desarrollo del año escolar, la cobertura, la promoción y las evaluaciones. La incertidumbre es generalizada y el cansancio es comprensible. Nuevamente, este escenario nos interpela sobre lo que es esencial: la centralidad en la persona del estudiante, teniendo presente sus emociones, sus preocupaciones, sus dolores y sus redes de apoyo.

A la ya escandalosa y dolorosa cifra de niños, niñas y jóvenes que, por estudios, sabíamos que están fuera del sistema escolar, con esta pandemia expertos estiman que otros 185 mil se encuentran en esta situación crítica, población que podría aumentar a 265 mil en los próximos meses. Se trata de una realidad muy compleja y triste que nos exige, moralmente hablando, la atención corresponsable tanto del Estado como de las comunidades educativas y las familias. Por eso, la primera priorización que genera mucho acuerdo es la de mantener el vínculo humano, a toda costa, con todos los medios y pretextos posibles, no tanto para “cumplir” con requerimientos formales, sino para que el otro, la persona del estudiante, se sienta querido, comprendido e importante en una comunidad que lo valora y contiene.

Desde la ética del cuidado se comprende la importancia de las relaciones humanas al servicio de una educación integral. El cuidado se expresa en el compromiso de la comunidad educativa que posibilita en los estudiantes un positivo desarrollo psicológico, emocional, cognitivo, afectivo y social. Desde esta ética se aborda el cuidado de sí mismo y de los otros; de aquello que es de todos; viviendo la solidaridad y la corresponsabilidad en la construcción de un ambiente de confianza y ayuda mutua. 

Este sentido de comunidad no es algo instrumental, es un espacio educativo por excelencia para el desarrollo de la propia identidad. Independiente del avance o no avance de “las materias”, este tiempo nos ofrece la oportunidad para crecer en esta experiencia de “sentirse parte”. Hay muchas estrategias preventivas del abandono escolar que se pueden compartir, y en todas ellas hay un denominador común: fortalecer el vínculo, experimentar que somos importantes para otros, quienes creen en nuestro potencial. Para ello, es primordial que la comunidad considere siempre espacios de autocuidado, de escucha y acompañamiento personal y comunitarios en todos sus estamentos.

Ya veremos cómo resolver el tema de los contenidos, las evaluaciones y las posibilidades de retorno, si es que existen. Hemos demostrado ser muy creativos en eso y el factor de la colaboración ayuda mucho en este camino de las soluciones. Pero es un imperativo evitar que los niños, niñas y jóvenes interrumpan sus trayectorias educativas. No se trata sólo del restablecimiento de un derecho, sino de reconocer que tal abandono es una señal, también, de algo más profundo que nos cuestiona sobre el lugar que ocupa el amor en el ejercicio educativo. Si hacemos un recuerdo de nuestros aprendizajes en la vida, seguramente reconoceremos la huella de aquellos que sentimos fueron entregados con amor y dedicación.

Brenda Jamett
Directora del Área de Acompañamiento y Espiritualidad

Marcelo Neira
Director del Área de Incidencia y Estudios

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