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El desafiante y maravilloso arte de la convivencia

Martes 14 de Julio, 2020
Las condiciones especiales de encierro a la que nos ha sometido la pandemia puede ser una oportunidad única para construir ambientes donde cada uno aporte lo que es y ojalá, lo mejor de lo que es.

Convivir es una experiencia donde cada persona involucrada debe crear las condiciones para que podamos interactuar, haciéndonos más grato el vivir. Por eso decimos que es un arte, porque implica una acción humana creativa que nace de la profundidad de cada uno. En los centros educativos es de suma importancia esta dimensión del quehacer pedagógico, en cuanto se considera condición indispensable para que se dé el aprendizaje y por esto, los colegios crean programas y gestionan procesos para generar, procurar y conducir la convivencia escolar.

Pero hoy la casa se ha vuelto lugar de trabajo, de estudio, de esparcimiento, de encuentros; es más que nunca el lugar de “nuestra convivencia”.  Y si antes, en todas nuestras ensoñadoras proyecciones decíamos: “que ganas de estar más con los niños” o “que ganas de estar más con mis padres” o “que ganas de estar más con…” hoy, sobre todo después de varios meses de cuarentena obligatoria, aquello parece que va perdiendo un poco de encanto. Es complicada la convivencia, nos parece un poco tediosa y a veces nos pone los nervios de punta. Sin embargo, es un ejercicio fundamental para caminar en la vida.

Esta pandemia no nos puede quitar el sabor de estar juntos y construir relaciones con sentido. No se puede enrarecer el aire familiar que respiramos al convivir. Pero, con sentido de realismo, podemos decir también que el convivir humano no es una fantasía. Es una experiencia de contacto y encuentro permanente, por lo tanto, es bueno comprender que para hacer este convivir sano y atractivo, nos tenemos que dar la oportunidad de tener espacios o momentos para la soledad, para no estar de humor, para llorar, para flojear un rato, para achacarse, etc. Esto también es ingrediente requerido para construir comunión y comunidad familiar. 

Las condiciones especiales de encierro a la que nos ha sometido la pandemia puede ser una oportunidad única para construir ambientes donde cada uno aporte lo que es y ojalá, lo mejor de lo que es. Donde seamos acogidos, con respeto, en esa identidad personal con todos sus límites y sus dones.  Es un desafío posible y creativo construir ambientes libres de contaminación en las palabras, los gestos y las miradas.

Requerirá inventar espacios nuevos o transformar los pocos espacios disponibles para la conversación, para la pega y el estudio, para contemplar y rezar.  Es un atelier donde podemos combinar los múltiples colores que conforman la diversidad de lo que somos cada uno. Sin duda que esto requiere la decisión y la voluntad de renunciar a algo, para ofrecer algo y saber acoger lo que viene de los otros. Implica desarrollo y disposición de habilidades personales y sociales como sacrificio, trabajo, sentido del humor, paciencia, optimismo, cariño y sensibilidad por el prójimo.

La convivencia tiene la belleza de ser una construcción creativa, compartida de estilos y caracteres, de voces y silencios, de pataletas y reconciliaciones. Y la amalgama de este entramado variopinto sin duda es el Amor. La pandemia nos ayudará a expandir desde nuestra identidad este valor maravilloso, esta carta de navegación evangélica del Amor por la que Jesús dio la vida. “Que todos sean uno”. Animémonos a hacer de nuestra casa un espacio educativo rico de humanización, en el que se aprende a vivir con otros y para otros.

Ximena Rodríguez
Directora de Administración

Fabiola Zambra
Secretaria Ejecutiva

"Renovemos la pasión por educar"
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