Friday 20 de September de 2024
SÍGUENOS
 
ÁREA PROFESORES

de RELIGIÓN

de

RELIGIÓN

Los inmigrantes y el Papa Francisco.

21 de Septiembre, 2017

La serie “Francisco en América” prosigue con este nuevo artículo sobre el tema de la inmigración. Se ofrece una mirada del Papa en dos momentos, cuando visita el Congreso de Estados Unidos (2015) y la ciudad de Juárez en México (2016). En ambos lugares aborda con claridad su pensamiento y lo refrenda en su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante 2018 que se realiza dos días antes de su visita a Chile.

En febrero de 2016, de regreso a Roma, el Papa Francisco fue interrogado por un periodista acerca de si un católico podría votar por un candidato (se refería al entonces candidato republicano Donald Trump) que declaraba que de ser elegido construiría un muro de 2500 km a lo largo de la frontera con México y deportaría 11 millones de inmigrantes ilegales. Su respuesta fue clara y contundente: “una persona que piensa sólo en hacer muros, sea donde sea, y no hacer puentes, no es cristiana. Esto no está en el Evangelio”[1].

De esta manera el Papa expresaba con total transparencia una de sus preocupaciones respecto de un problema que afecta a millones de personas en el mundo. Especial cuidado reviste esta situación en Europa producto del conflicto en el Medio Oriente que ha provocado una de las más grandes migraciones de la historia. El Mar Mediterráneo ha sido testigo del grito desesperado de hombres y mujeres que huyen del Estado Islámico y de las guerras en Siria e Irak.

En efecto, en su viaje a México, el Papa Francisco celebró una misa en la Ciudad de Juárez, en la frontera con Estados Unidos. Allí le habló a los migrantes de varias nacionalidades que se concentran para intentar pasar al otro lado. Visibilizó su situación como una tragedia de características globales.

“Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, «carne de cañón», son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. Y, qué decir de tantas mujeres a quienes les han arrebatado injustamente la vida.[2]

Junto con expresar su cercanía con el drama que viven los migrantes pidió tener el don de lágrimas para dolerse con su dolor y pedir la conversión.

Un año antes, había estado en el Congreso de Estados Unidos donde en su discurso recordó que hacía 50 años atrás Martin Luther King marchaba para iniciar una campaña en favor de los derechos civiles y políticos de los afroamericanos. Llamó a no asustarse de los extranjeros. El mismo Papa es hijo de inmigrantes, les recordó. A pesar de que los primeros contactos fueron convulsos y sangrientos los invitó a no enjuiciar el pasado con los ojos del presente. “Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a los «vecinos», a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros[3]”.

De esta manera, el Papa Francisco ha ido sembrando la confianza en el forastero invitando a derribar los muros de los prejuicios. En enero de 2018, el Papa se desplazará a Iquique, donde seguramente expresará su cercanía con los cientos de migrantes que han escogido nuestro país como lugar de acogida. Y seguramente, escucharemos su voz para hacer vida lo que dice la canción “y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”.

Con ocasión de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que se celebrará el 14 de enero de 2018, el Papa ha escrito un mensaje en el que reafirma la posición de la Iglesia en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar[4].

Cada uno de estos verbos se traduce en diversas acciones que resguardan el principio de la centralidad de la persona humana. De ahí se originan esfuerzos que las instituciones encargadas de las migraciones, así como el personal de Iglesia, pueden implementar para un mejor servicio y la defensa de los derechos y la dignidad de los migrantes y refugiados.

Sobre la integración el Papa Francisco recuerda las palabras de Juan Pablo II (2005) cuando señala que “la integración no es «una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural. El contacto con el otro lleva, más bien, a descubrir su “secreto”, a abrirse a él para aceptar sus aspectos válidos y contribuir así a un conocimiento mayor de cada uno. Es un proceso largo, encaminado a formar sociedades y culturas, haciendo que sean cada vez más reflejo de los multiformes dones de Dios a los hombres». Insiste en la necesidad de favorecer la cultura del encuentro, preparando a las comunidades locales para los procesos integrativos.

 

Preguntas para la reflexión:

¿Qué experimento frente al extranjero?

¿Qué riquezas y obstáculos tiene el encuentro con el extranjero?

¿Qué prejuicios debemos aprender a derribar de cara a los inmigrantes?

¿Qué puentes debemos aprender a construir para ayudar a integrar a los extranjeros en nuestro país?



[1] Conferencia de prensa del Santo Padre durante el vuelo de regreso a Roma, luego de su viaje apostólico a México (17 de febrero de 2016).

[2] Homilía del Papa Francisco en Juárez, 17 de octubre de 2016.

[3] Discurso del Papa al Congreso de los Estados Unidos de América, 24 de septiembre de 2015.

[4] Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2018. 15 de agosto de 2017.



  Documentos: