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Los jóvenes y la fe en el mensaje de Francisco

01 de Septiembre, 2017

Este primer artículo de la colección “Francisco en América” está dedicado a mensajes del Papa sobre la persona de Jesucristo. Se trata del principal tesoro de la Iglesia, su sentido y razón de existir.

Este primer artículo de la colección “Francisco en América” está dedicado a mensajes del Papa sobre la persona de Jesucristo. Se trata del principal tesoro de la Iglesia, su sentido y razón de existir. Si bien en todos sus discursos y homilías está presente el anuncio de Jesucristo, es en la JMJ 2013 de Río de Janeiro, cuando Francisco ha hablado con una mayor  intensidad.

Los invitamos a revisar y leer lentamente, sin prisa, cómo Francisco nos va develando su relación con Jesucristo. En cada palabra resuena una vida entera dispuesta a escucharlo a Él, a disponerse a hacer su voluntad y que ahora queda expuesto para que otros puedan hacer el camino.

En el año en que como Iglesia de Santiago estamos caminando sinodalmente, los invitamos a mirar tanto a los jóvenes que han pasado por nuestras aulas como a los que aún se están formando para ver en ellos la esperanza de una sociedad mejor.

Los jóvenes y la fe en el mensaje de Francisco

Para Francisco, la fe en Jesucristo es el centro de la vida del cristiano y por tal motivo la propone a los jóvenes, ya que de esta manera su vida adquiere sentido, como se los dijo en la ciudad de Copacabana: “si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: “Poné fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, la vida tendrá una brújula que te indicará la dirección”[1].

El Papa está convencido de que el encuentro con Jesucristo marca a fuego el corazón de la persona que se deja tocar por Él. En palabras de Francisco, el encuentro con Jesús hace que Dios aparezca en su horizonte: “la fe en nuestra vida hace una revolución que podríamos llamar copernicana, nos quita del centro y pone en el centro a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza y esperanza”[2].

Lejos de mostrar a un Jesús almidonado, no tiene miedo de señalar a la multitud de jóvenes reunidos en Río de Janeiro, que Jesús recorre las calles de esta ciudad, cargando sobre sus hombros los problemas y sufrimientos más profundos: el de las víctimas de la violencia, el de las familias en dificultad, el de los que sufren hambre, aquellos que son víctimas de la droga, el perseguido por su religión, sus ideas o el color de su piel y también el de los “jóvenes que han perdido su confianza en las instituciones políticas porque ven el egoísmo y corrupción, o que han perdido su fe en la Iglesia, e incluso Dios, por la incoherencia de los cristianos y de los ministros del Evangelio”[3].

El Papa invita a los jóvenes a vivir con la certeza de que en Jesucristo se ha derramado el amor fiel de Dios por cada uno de nosotros. “En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia. Y es un amor del que podemos fiarnos, en el que podemos creer”[4]. De este convencimiento brota entonces la fuente de la alegría. “Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor”[5].

Quizás la palabra enamoramiento podría ser mal interpretada entendiéndose como algo frívolo, como una actividad pasajera de la cual uno pasa y sigue de largo. Para evitar malos entendidos, el Papa, utiliza la imagen de pertenecer o jugar en el equipo de Jesús. Siendo parte de su equipo se puede acceder a una vida fecunda y feliz, que luego llamará vida eterna. Pero para ello supone un proceso, un entrenamiento: “Y la entrada es que nos entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. A través del diálogo con él, la oración (…) ¿Yo hablo con Jesús? O le tengo miedo al silencio. ¿Dejo que el Espíritu Santo hable en mi corazón? ¿Yo le pregunto a Jesús: Qué querés que haga? ¿Qué querés de mi vida? Esto es entrenarse. Pregúntenle a Jesús, hablen con Jesús. Y si cometen un error en la vida, si se pegan un resbalón, si hacen algo que está mal, no tengan miedo. Jesús, mirá lo que hice, ¿qué tengo que hacer ahora? Pero siempre hablen con Jesús, en las buenas y en las malas. Cuando hacen una cosa buena y cuando hacen una cosa mala. ¡No le tengan miedo! Eso es la oración. Y con eso se van entrenando en el diálogo con Jesús en este discipulado misionero”[6].

Junto a la oración, el Papa propone a los jóvenes la vida sacramental para hacer crecer la presencia de Jesús en sus vidas. Pero no se detiene en esta práctica sino que los invita a salir de sí, sin miedo, para ir al encuentro de los demás motivados por la fe: “Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio, de la voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y nos ha dado, no nos dio algo de sí, sino se nos dio todo él, él ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios”[7].

El servicio que realiza un joven movido por su fe en Jesucristo es la de un misionero que está invitado a tener sus mismos sentimientos, sus pensamientos y acciones. Teniendo a Jesús como modelo y centro de su vida, el joven cristiano comprende que “evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús”[8].

Para la reflexión:

Francisco expresa que una vida unida a Jesucristo adquiere sentido y es más plena. Te invitamos a hacer un recorrido por los hitos más importantes de tu vida y revisar cómo ha aparecido Jesús ahí, con qué palabras, con qué rostros y qué aprendizajes.

En el encuentro con los jóvenes que conoces ¿qué imagen de Jesús crees que transmites? Fíjate más en tus actitudes que en las palabras que dices sobre Él. Los jóvenes aprenden más de los actos que de las palabras.

¿Qué valores o acciones ves en los jóvenes que conoces que los acercan a Jesús? ¿En qué notas que requieren aún de mayor madurez?

Algunos profesores que han participado en los encuentros sinodales han dicho que los jóvenes no tienen una imagen madura de Jesús, sino que infantilizada. ¿A qué crees que se deba?

En el Sínodo se ha preguntado qué eco o resonancia provoca Jesucristo en los jóvenes de hoy. ¿Qué dirías tú respecto de los jóvenes que conoces?

La alegría, la misericordia y la acción son expresiones concretas que Francisco atribuye a un cristiano enamorado de Jesucristo. ¿Se puede hacer una pedagogía a partir de estas expresiones? ¿Cómo podría realizarse dicha pedagogía?



[1] Homilía, Fiesta de acogida de los jóvenes, Río de Janeiro, 2013.

[2] Homilía, Fiesta de los jóvenes, Río de Janeiro, 2013.

[3] Discurso, Vía Crucis, Río de Janeiro, 2013.

[4] Discurso, Vía Crucis, Río de Janeiro, 2013.

[5] Homilía, Misa en la Basílica de N. S. de Aparecida, Río de Janeiro, 2013.

[6] Discurso, Vigilia de Oración, Río de Janeiro, 2013

[7] Homilía, Misa para la XXVII jornada mundial de la juventud, Río de Janeiro, 2013.

[8] Homilía, Misa para la XXVII jornada mundial de la juventud, Río de Janeiro, 2013.



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