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¿Buenos profesores o profesores buenos?

20 de Octubre, 2016

Un nuevo encuentro con los profesores de religión de la Zona del Maipo nos invitó a profundizar las cualidades de los docentes y su experticia, como una parte de un todo más complejo para realizar un ejercicio de discernimiento de la presencia de Dios en la sala de clases.

El miércoles 19 de octubre se realizó el quinto encuentro de profesores de religión de la zona del Maipo en la Escuela Técnica de la Protectora de la Infancia. Junto a los profesores asistentes, en su mayoría provenientes de colegios pertenecientes a la Corporación Municipal de Puente Alto, pudimos gozar de unos jardines maravillosos que nos invitaban a una tarde de encuentro.

En esta ocasión fuimos guiados por la lectura de un relato pedagógica, en el cual la docente iba dejando rastros de su práctica en un 4° medio. Del relato pudimos consignar el deseo de la docente de que su clase haga sentido a los estudiantes, sus preguntas respecto de qué significa enseñar, la búsqueda de estrategias que ayuden a estos propósitos, la importancia del tiempo para la preparación de la enseñanza y el rol de los estudiantes en las clases.

Tuvimos tiempo de compartir cómo estos aspectos nos invitaban a mirar nuestra propia práctica:

-          Desde una perspectiva, un docente destacó que los profesores de religión deben ser valientes para quebrar esquemas como la profesora del relato.

-          Otra docente expresó que la profesora del relato tuvo interés en que todos sus estudiantes aprendieran, incluso al que no le interesaba la clase.

-          Finalmente, otro docente, señaló la capacidad de la profesora para ser autocrítica con su propio desempeño, ya que fue descubriendo qué estrategias usar.

Estos elementos, nos introdujeron en la pregunta por el discernimiento que a través de cada uno de estos aspectos nos invitan a descubrir la presencia de Dios.

Dado que la experiencia de la profesora era exitosa, era fácil, en un principio estimar que Dios se hacía presente en su persona por su actitud de dar protagonismo a los estudiantes y su interés en que aprendieran.

Sin duda que había elementos positivos en su práctica, pero la invitación era a ir más allá de la profesora para ver el conjunto de la experiencia, los demás actores, las situaciones en su globalidad.

La conversación insistió en la actitud valiente de la profesora por quebrar esquemas, lo cual motivó a varios a destacar aspectos de su propia práctica, como la atención al estudiante necesitado, el afecto y la preocupación por todos. Incluso, se deslizó una cierta queja hacia la forma en que son evaluados los profesores y la mirada rígida de los jefes de UTP hacia el cumplimiento del ciclo didáctico.

Se enfatizaron las actitudes que hacen que los profesores sean buenos, cordiales, personas sacrificadas y con vocación. Todo muy loable, por cierto. Pero, quizás olvidamos que junto con la dimensión afectiva, los docentes se deben a una práctica que los caracteriza y que es la enseñanza. Por esto nos preguntamos ¿bastará que el docente sea buena persona? ¿Qué es un buen profesor?

Por otro lado, desde esta experiencia exitosa no podemos obviar que la profesora se hace la pregunta por el sentido de su asignatura y cómo su visión de la misma se modifica respecto de los estudiantes que tiene en frente. Ser profesor es hoy una tarea compleja, sobre todo cuando se le pide que rinda cuentas. Es importante que en nuestra mirada de la educación y la docencia, lo religioso impregne una perspectiva profunda de la vida, de las relaciones y estructuras, sin obviar ninguna. En esta capacidad de discernir la presencia de Dios en los acontecimientos nosotros no somos el centro. Es importante nuestra observación, pero no debe ser la única.



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