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Acogida y escucha a los jóvenes: actitudes para aprender a vivir juntos.

12 de Julio, 2016

La religiosa María Eugenia Valdés expuso sobre la realidad de los jóvenes desde una perspectiva de escucha y acogida, subrayando estas actitudes como desafíos claves para la clase de religión.

Hoy, martes 12 de julio de 2016, en el colegio Sagrados Corazones de Alameda, continuó realizándose el Seminario “Aprendiendo a vivir juntos en una sociedad plural”, organizado por el Área de Pedagogía en Religión de la Vicaría para la Educación del Arzobispado de Santiago para los profesores de religión.

En primer lugar, expuso la Religiosa del Sagrado Corazón, María Eugenia Valdés sobre cómo aprender a mirar a los jóvenes en la actualidad.

Ante la juventud, recalcó, siempre estaremos al debe porque el mundo cambia muy rápido. Los adultos estamos distantes de ellos por lo que se requiere construir puentes para acercar esas distancias, establecidas tanto por nosotros como también por los mismos jóvenes.

Es importante, aseveró, evitar las generalizaciones. Cada joven tiene su propia historia. Al generalizar invisibilizamos la particularidad y convertimos a estas personas en problemas. Es fundamental visibilizarlos. Cada uno es tierra sagrada. Necesitamos captar lo que los hace sufrir y lo que los mueve.

Narrando desde una experiencia concreta donde se le preguntó a un grupo de jóvenes sobre lo que viven, expresó que estos tienen muchos miedos,  Por ejemplo,  tienen miedo a separarse de los amigos; a no ser aceptados por los amigos nuevos; a estar solos; a que los otros no apuesten por ellos; a que otros piensen que no sirven para estudiar y que están perdiendo el tiempo en sus vidas. Otros miedos que aparecen son el temor a enfrentarse con la violencia y las drogas; a no poder ayudar a sus mamás dado que muchos no tienen papás; a  ser juzgados por la forma como se visten y hablan. Todo esto en un contexto de sociedad muy competitiva.

María Eugenia Valdés ejemplificó la necesidad de escuchar a los jóvenes con casos muy concretos que le ha tocado conocer en la pastoral de la diversidad, donde se ha vinculado con personas que se asumen como homosexuales viviendo experiencias de mucho dolor, pues de los adultos han aprendido que su condición sexual no es tanto una orientación sino un problema.

Por todo esto es clave abordar el mundo afectivo de los jóvenes, considerando que a ellos les falta lenguaje para aprehender el mundo de los afectos. Sus relaciones muchas veces son frágiles. Una dificultad para ayudarle está relacionada con que no sabemos trabajar esa dimensión pues tampoco tenemos lenguaje para hacerlo.

Junto al lenguaje es fundamental aprender a desarrollar la capacidad de acoger, entrando en diálogo con los jóvenes, creando puentes para entrar en su mundo afectivo. Los adultos requerimos también aprender a entrar en nuestras propias afectividades.

Todo lo dicho es un desafío para la clase de religión ¿Cómo aprovecharla para que se convierta también en un espacio de acogida, sin amarrarse solamente a contenidos preestablecidos, ayudando a formar jóvenes creíbles? Para lo anterior es fundamental construir un lenguaje adecuado para la clase, que permita construir los puentes de acercamiento, conocer la propia afectividad por parte del docente y respetando profundamente la conciencia que constituye el núcleo más profundo de cada persona. El desarrollo de la afectividad, la acogida y el lenguaje constituyen formas necesarias que nos muestran el rostro materno del mismo Dios.



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