Conocer la confesionalidad de los estudiantes es tan solo un primer paso para conocer su religiosidad

La tarde del lunes 25 de abril dejaba caer sus últimos rayos de sol sobre una cordillera majestuosa que invitaba a tomar lápices o pinceles para dibujar sobre su manto blanco. La escena está tomada de uno de los pasillos del segundo piso del Instituto Miguel León Prado, sede del primer encuentro de profesores de religión de las comunas de San Miguel, San Joaquín y Pedro Aguirre Cerda.

Originalmente el encuentro se iba realizar el día lunes 18 de abril, pero se postergó debido a la suspensión de clases, decretado por el Mineduc, por las consecuencias del temporal. En lo que resta del año nos reuniremos el tercer lunes de cada mes. Invitamos a ver el calendario de encuentros en nuestra página y a inscribirse, aunque no haya venido al primer encuentro (ver calendario).

Instalar una reflexión profunda con los profesores acerca de la religiosidad de nuestros estudiantes es todo un desafío. Sin duda influyen las ideas y experiencias que cada uno de nosotros tiene de lo religioso, la religión, las creencias religiosas, la fe, el cristianismo y el catolicismo, por nombrar conceptos que se relacionan y que a veces empleamos como sinónimos.

Los profesores que llegaron se atrevieron a indagar en este universo amplio, complejo y siempre plural de significados y expresiones. Empezamos señalando, luego de una revisión de un relato pedagógico, que la confesionalidad de los estudiantes (católicos, testigos de Jehová, evangélicos, etc) es tan solo un primer paso para poder conocer su religiosidad.

De ahí a pensar que la confesionalidad puede definir totalmente el mundo interior de nuestros estudiantes es algo que debemos comprobar. Incluso en un colegio católico no podemos suponer que estamos frente a sujetos convertidos y con una experiencia religiosa definida. Lo que afirmamos para los estudiantes, es también válido para el docente, en el sentido de que la religiosidad no es estática. Se nutre de decisiones que van dando forma a un estilo de vida que se caracteriza por la experiencia religiosa de encuentro con Jesucristo y que abarca todas las dimensiones del ser humano.

Los rezos con los estudiantes, las conversaciones sobre temas de religión, sus preguntas sobre la existencia de Dios, son todas señales de que el tema no les resulta desconocido y que es tan solo la punta de un icerberg que nos invita a explorar para que ellos mismos puedan descubrirse más ampliamente.

En nuestra experiencia en aula, tenemos estudiantes que manifiestan una docilidad frente a la propuesta de la clase de religión, así como también, otros que abierta o solapadamente, expresan su desacuerdo. Tanto unos como otros, debieran despertar nuestro interés para ayudarlos a conocer cómo es ese mundo interior, qué experiencias lo conforman y qué ideas y sentimientos predominan. Imaginamos que a veces, por la cantidad de estudiantes en la sala, así como la cantidad de cursos a los que atendemos nos resulta muy difícil tener un contacto profundo y enriquecedor con los estudiantes.

En esta tarea, de conocer a nuestros estudiantes, queremos hacer el esfuerzo de acompañarnos para conformar una comunidad de aprendizaje de profesores de religión que reúna a los docentes de estas comunas y así poder crecer humana, espiritual y pedagógicamente.