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Profesores de religión de la Zona del Maipo reflexionan sobre la capacidad de ser tutor de resiliencia.

26 de Junio, 2015

El respeto por la historia del otro se ve reflejado en que cuando le comparten una historia de vida, tan profundamente, es como entrar en tierra sagrada, decía la Hna. Laura.

El día miércoles 24 de junio el Área de Pedagogía en Religión se reunió con algunos profesores de religión de la Zona del Maipo, en el Colegio Compañía de María de Puente Alto. En la ocasión, Soledad Larraín, les planteó discutir e intercambiar vivencias respecto de la capacidad de ser tutores de resiliencia.

En muchas ocasiones, decía Soledad, los profesores de religión deben trabajar en ambientes sumamente vulnerables y la actividad, el trabajo o la rutina, no permiten detenerse a observar lo que está sucediendo y pensar cómo se acompaña al otro en el dolor.

Una profesora, leyó una tarjeta en la cual se describían características del tutor de resiliencia, tratando, posteriormente de reconocer algunas de ellas en su propia experiencia. Admitió que “el profundo respeto por la historia el otro” le hacía mucho sentido, lo cual originó un intercambio muy interesante entre los asistentes. Convencida de su experiencia señaló que “cuando le comparten una historia de vida, tan profundamente, es como entrar en tierra sagrada”.

De lo anterior, el grupo conversó largamente sobre la responsabilidad ética del docente para comunicarse con asertividad con aquel que está viviendo una situación dolorosa. Así como se puede practicar la acogida y la escucha del que está pasando un episodio complejo en la vida, también, no pocas veces, el profesor descalifica la experiencia, negándole la posibilidad de sentir pena, por ejemplo. Frases como “tú no puedes sentir eso porque Dios te quiere” o “el que tiene fe no puede andar con cara larga”, dichas con el fin de ayudar, se pueden transformar en todo lo contrario.

En el acompañamiento de los jóvenes se experimenta, en algunas ocasiones, momentos en los cuales ellos solamente quieren vivir la pena por una pérdida u otro motivo y el adulto le transmite un mensaje que le prohíbe vivir su dolor, casi como si no tuviera derecho.

Esto originó un intercambio entre los presentes acerca de las posibilidades y capacidades que tienen los profesores de religión, desde su rol, en el acompañamiento que pueden ofrecer a los demás. Entre las características se mencionó, por ejemplo, darse la oportunidad de equivocarse. También, en la escuela debe plantearse la posibilidad de saber del otro. Por ejemplo, es muy común que en los recreos los profesores vayan a buscar un café y conversar con otros colegas para distraerse, mientras los estudiantes quedan en recreo. Y es justamente, en esta instancia, donde los niños están desplegando otras habilidades que hace bien conocerlas para saber acompañar.

O también sucede que actitudes rígidas pueden alejarnos y crear un sentimiento de desconfianza. El uso de expresiones como “tal niño es una manzana podrida” o “no sirves para nada”, son fatales para crear un ambiente de esperanza que crea que el otro es capaz de más.

Para poder convertirse en tutor de resiliencia, los profesores, compartían acerca de las condiciones de vida que facilitan u obstaculizan su desarrollo. El exceso de trabajo en el aula y el estrés que este provoca, sin duda que no ayudan a que el profesor pueda reflexionar o hacer silencio.

Se termina invitando a los profesores participantes a mantenerse en contacto y a aprovechar estas instancias para crear comunidades de aprendizaje.



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