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¿Cómo te imaginas la clase de religión para los estudiantes del siglo XXI?

21 de Diciembre, 2016

El texto propone una metodología para atreverse a responder esta pregunta que es clave para el seminario de enero dedicado a la innovación pedagógica en la clase de religión.

Para atreverse a dar una respuesta propongo que nos detengamos en tres aspectos que contiene la pregunta, comenzando por situar a los estudiantes, siguiendo por la clase de religión y dejando para el final el acto de imaginar.

1. Decir que los estudiantes son del siglo XXI nos otorga una pista interesante para comenzar nuestra reflexión. En educación hablamos de que estamos viviendo un cambio cultural de grandes dimensiones que remecen las relaciones sociales. Estos cambios se aprecian en el núcleo de la familia donde se ha extendido su significado hacia nuevas formas que la constituyen; el mundo del trabajo demanda a las escuelas que los estudiantes desarrollen nuevas habilidades y destrezas para insertarse con éxito en un contexto que evoluciona constantemente; las políticas educativas han introducido la competencia entre las escuelas atomizando el trabajo docente; y la comunicación a través de la tecnología ha modificado radicalmente las formas de relacionarnos.

En este contexto han nacido y crecido los actuales jóvenes. Respecto a lo religioso, ellos buscan por fuera de las iglesias, nuevas respuestas a sus inquietudes espirituales; en lo político tienden a desconfiar de lo establecido y de las instituciones que ven ligadas a un sistema que no comparten; en términos culturales han creado formas difusas de organizarse; en términos de concepción del mundo, parecen tener un sentido distinto de lo temporal, privilegiando la inmediatez y el valor de la subjetividad.

2. Avancemos hacia el segundo aspecto: la clase de religión. Si consideramos que la clase de religión permite al estudiante el desarrollo de su dimensión transcendente, entonces debemos potenciar un encuentro de voluntades que buscan o anhelan construir un mundo mejor, planteando el espacio de la escuela como un lugar donde lo religioso colabora a ese propósito. Esto implicará hacer una mejor comprensión del contenido que se enseña para que se muestre con claridad la racionalidad de la fe, la autenticidad de la propuesta y la verdad sobre la que se funda. No se trata de aplicar reduccionismos cognitivistas a respuestas ya elaboradas por otros, sino que implicará conocer el fundamento de las opciones tomando en cuenta todas las dimensiones del ser humano, incluyendo el lenguaje emocional y corporal.

Esto nos lleva ineludiblemente, considerando lo dicho sobre el estudiante, a reflexionar sobre la importancia de innovar. Como dijo Luis Bahamondes en el seminario de enero del año 2017, si todo ha cambiado ¿por qué no cambia la forma de enseñar religión? (ver noticia)

Esto implica, entonces para nuestro desafío comprender mejor cómo los estudiantes dialogan y asimilan la cultura. Probablemente, tendremos que buscar un nuevo relato para educar la religiosidad. Nuestro Vicario, P. Tomás Scherz, ha señalado que en el diálogo intersubjetivo entre profesor y estudiante, se debe plantear muy bien la pregunta religiosa que abra la posibilidad para la comprensión del mundo del otro (Scherz e Infante, 2015). La siembra no puede ser a ciegas, sino que hay que dar espacio al interlocutor aceptando sus legítimas diferencias, pero comprometiendo un diálogo de voluntades para la construcción de una sociedad donde lo religioso otorga pleno sentido a lo humano.

3. Respecto al tercer aspecto, propongo que nos atrevamos a desafiar la imaginación a fin de componer la clase de religión para los estudiantes del siglo XXI. Desde esta óptica, a modo de ejemplo, veo una clase donde la diversidad no sea un obstáculo para plantear preguntas religiosas, sino que esta riqueza nos desafíe para discernir la presencia de Dios en las aulas. Por lo tanto, veo a los profesores de religión inmersos en el mundo, sin miedos, ni complejidades, confiados en que sabrán dialogar con una cultura en constante cambio. Imagino una clase de religión que sabe recortar de la realidad los trozos de vida que permiten a cada estudiante situarse desde su propio proyecto de vida. Me entusiasma una clase de religión que toque la vida de los estudiantes, donde la palabra de Jesús otorgue sentido y si fracasa, poder ver dónde está mi error como docente para volver a intentarlo.

Considerando estos aspectos: quienes son los estudiantes del siglo XXI y cuáles son los desafíos que la escuela debe responder frente a los cambios culturales, entonces podremos responder a la pregunta inicial. ¿Cómo imaginamos la clase de religión para los estudiantes del siglo XXI?

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